Acuario

6.17.2011

Te pido por ellos.

GRACIAS..POR..EXISTIR
Te pido por ellos.
Autora: Zenaida Bacardí


Algo bulle entre dos siglos, que apasiona y da miedo, que produce interés y sobresalto.  Algo que se presagia  y se teme. Algo que exalta la imaginación y paraliza la mente. 
Muchas teorías humanas, con muchos sueños de poetas. 
Mucha magia inventiva, con muchas frustraciones del alma. 
Mucho estudio apretado ¡y mucho corazón vacío! 
Pero para la juventud, es mi ruego de hoy. 
Te pido por ellos, que van por los caminos que yo ya pasé y viven el día que yo ya terminé.  Y les esperan las lágrimas que ya mis ojos secaron, el cansancio que ya mis fuerzas superaron y las prisas que ya mis pies convirtieron en serenidad. 
¡Te pido por ellos! 
Que tienen los ojos vivos para los colores, pero no ven al trasluz, con ojos de sabiduría.  Tienen las manos fuertes, pero no saben de esas raíces diminutas que tanto calor necesitan para crecer.  Tienen semillas vigorosas y brotes idealistas, pero se impacientan para esperar el jugo y la maduración.  Tienen el ímpetu de la vida, pero les falta sensatez de juicio y serenidad de reflexión. 
Te pido por ellos, Señor. 
Por ellos que suben, que empujan, que avanzan. 
Porque no quiero juventud llena de rifles, sino llena de sueños. 
No quiero adolescencia preparada para el sexo, sino para la realización que el mundo necesita. 
No quiero niños que mueran “sin delito”, sino niños que vivan para perfumar el mundo. 
No quiero viejos arrinconados en un ‘home’, sino rodeados de seres queridos, llenos de calor humano, atendidos, consolados, ¡cuidados! 
No quiero inventos que superen las fantasías, sino cosas reales con las que el hombre se sienta seguro, la vida apoyada y los derechos respetados. 
No quiero tanta globalización, tantos rayos láser, tantas cumbres, mientras el hombre de la calle está desposeído, con hambre, con impotencia, con miedo. 
No quiero ver tantas inteligencias, tantos genios, tantos superdotados centrados en el Internet, en la luna y en la clonación, sino empeñados en que los hombres se sientan hermanos, para que se comuniquen desde lo profundo de sus almas y conozcan el verdadero amor, y la tierra sea tan armoniosa que nadie quiera vivir fuera de ella. 
Y que el hombre “nuevo” se haga por dentro, al calor divino, sin necesitar tantas teorías estrafalarias y tantas estrategias alucinadas. 
No quiero ver cómo se desliza la gente sin el freno de la ley moral, sino cómo frenan su conducta ante una doctrina de camino, verdad y vida. 
No quiero que los locos tengan tanto poder que puedan acabar con la humanidad, sino que los cuerdos tengan tanto juicio que sepan escoger a los poderosos. 
No quiero ver al dinero sufragando el vicio, ni al vicio anulando la juventud. 
No quiero luces en la mente, si no tengo calor en el corazón y rosas en el alma. 
No quiero ver la juventud sin valor, sin historia, sin trabajar para su siglo, sin mejorar su tiempo, sin transformar la sociedad en que viven. 
No quiero que los portentos superen la imaginación, sino que los ideales abran el alma. 
No quiero vivir dominada por los botones, sino bajo la magia de Dios para dar sentido a la vida, fruto a la tierra ¡y luz al mundo! 
No quiero vivir el siglo del avance y del retroceso.  El de más leyes y más inmoralidades.  El más peligroso y el más hipócrita.  El más rojo y el más ovacionado.  El más comunicado y el más solo.  El más industrializado y el más triste. 
No quiero ver un siglo, Señor, donde se conozca el mal sin saber remediarlo, donde se descubran los cargamentos y no se acabe con el vicio, donde se proclame con la palabra y se desmienta con los hechos, se escuden con la patria y se enriquezcan con el negocio, se paren a dar el frente y se oculten al dar un testimonio. 
No quiero, Señor, un mundo que pregona paz y vive guerra, pregona democracia y “aplaude” comunismo, imprime velocidad y olvida el espíritu, alarga la vida y acorta la fe. 
Un siglo donde se aumenta el dinero y baja la generosidad, se encumbra a los aprovechados y se esconde a los justos, se derrocha la publicidad y se ausentan los valores. 
Mucha inventiva y grandes frustraciones.  Mucho apego a lo que se tiene y mucho descuido a lo que se es.  Muchos caminos para el dinero ¡y muy poco espacio para Dios! 
Un siglo que teniendo doctrina, no la vive; teniendo tesoros, no los utiliza; teniendo vida, no la colma, y teniendo un Dios, no lo encuentra. 
¡Pobre mundo, Señor! 
Tú que lo llenaste de plantas, de ríos, de estrellas y de flores… y hoy se debate entre planes de exterminio, sueños diabólicos, odios ocultos, injusticias, dolores, traiciones y cobardías. 
Ayuda a la juventud que viene a relevarnos.  Enséñale a que cada uno haga su parte.  Hazla llegar limpia por dentro, con el alma más abierta, las alas más largas ¡y el pulso más seguro!  Llegar con la mente más lúcida, más preparada, el olfato más fino y la visión más acertada.  Hecho fuego el corazón, hecha promesa la vida y hecho esperanza el porvenir. 
Sabes que la juventud es volcánica, arriesgada, apasionada, idealista.  Pero es lo más limpio que tenemos, lo que abarca más horizontes, lo que enciende más fuego, ¡lo que vuela más alto! 
Cuida a la juventud, Señor.  Porque el mundo se ha vuelto perturbado, confuso, contradictorio. 
Entre tantas divagaciones, deja caer el discernimiento.  Entre tantas sinrazones, deja aflorar la lógica y el equilibrio.  Y entre tanto enredo que tiene el mundo, déjalos desatar la madeja y aflojar los nudos.  Para que a tu tierra la vuelva a alumbrar el sol, y a tus ríos les vuelva a cantar el agua, y las palomas arrullen sus nidos, y las águilas se paren en las montañas, y las montañas se hagan cordilleras, y todas juntas se hagan eslabón. 
¡Y el hombre vuelva a sentir lo que es “amarse unos a otros”, lo que es encender la fe por el camino y lo que es salvar al mundo!

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