Acuario

1.27.2011

PALABRAS BENDITAS


PALABRAS BENDITAS
Que tus palabras sean como aguas mansas pero en constante
movimiento, que con paciencia se van abriendo camino. Que sean una
bendición para los campos áridos, que sean dadoras de vida para
todas las plantas que se nutran de tus palabras convertidas en agua.
Que con dulzura se introduzcan en la vida de los sedientos, que
necesitan de un trago para seguir viviendo. No te fijes quién se
aprovecha de ellas, simplemente fluye. Las palabras pueden ser una
poesía, una frase célebre, un consejo, un cuento, una felicitación,
una reflexión, incluso hasta un chiste, sin embargo deben seguir un
cauce de amor para que llegue a todos.
Tus palabras pueden ser también en un momento dado, como las aguas
que bajan con fuerza , velocidad y en grandes cantidades,
destructivas y mortales, pues a su paso se desbordan y ahogan. Esta
diferencia la marca, lo sentimientos que nos embargan en el momento
que las emitimos. De cada quien depende que nuestras palabras den
vida o por el contrario, destruyan y asesinen.
Transformémonos igual que el agua, que nuestras palabras y
pensamientos cuando no sean positivos, se conviertan en hielo, y
queden mudas y estáticas. Que cuando sean para compartir, estas
sean líquido, que se usa para conservar y crear la vida. Y que sean
vapor, cuando queramos que estas lleguen a las alturas, para que el
Buen Dios, las distribuya sabiamente, en forma de lluvia, a todos
sin distinción.
Benditas sean todas las palabras de amor que de ti procedan, pues
eso demuestra que tu corazón está en buenas manos.
"El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado a toda clase de
fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede
domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal.
Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella
maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma
boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser
así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua
salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o
higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar
agua dulce" Santiago 3:7-12.

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