GRACIAS..POR..EXISTIR
EL PRÍNCIPE FELIZ
"Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad" -le dijo Dios a uno de sus ángeles-. Y el ángel, fiel a su Señor, le trajo un corazón de plomo y un pájaro muerto. Desde ese momento en el jardín del Paraíso un pajarito cantará sin cesar y en la ciudad de oro el Príncipe feliz le alabará eternamente.
Y si Dios le pidiera ahora este favor a un ángel, ¿qué se llevaría consigo al cielo? ¿No habrá ningún hombre digno de tal dicha? Los ha habido, y les llamamos santos. Sin embargo, en esta ocasión, el buen angelillo reparó en una estatua y en un pájaro, además muerto. ¡Qué curioso! ¿Y los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios, redimidos por su sangre?
¿Por qué escogió el ángel a la estatua y al pájaro? Ambos pasaban insignificantes ante los ojos fríos y superficiales de los caminantes. Para ellos no poseían ningún valor. Claro, Dios juzga el interior y no las apariencias como nosotros. Ante la mirada poco profunda de los transeúntes sólo aparecían una estatua despojada de oro, sin valor, sin brillo ni atractivo, candidata para la chatarra y un pájaro sin vida, frío, un cadáver más.
Pero esa estatua dorada se encontraba lo suficientemente alta como para explorar toda la ciudad, desde el lugar más público hasta el más recóndito y escondido. Sólo desde ahí pudo vislumbrar los problemas del prójimo, la pobreza, la soledad, el miedo, la falta de ayuda y compresión y decidió hacer algo. De nada sirve contemplar, criticar, anotar si no se mueve un dedo. Por ello, puso manos a la obra, y con ayuda del pajarito se dedicó a entregar el oro que le cubría a los más necesitados hasta perderlo todo.
Este acto de generosidad no le pasó nunca por la cabeza cuando vivía en su majestuoso palacio. El tiempo había aquilatado su corazón. Ahora sí valía, porque pesaba en amor. Y el amor cuesta más que el oro.
Esta breve historia de Oscar Wilde me parece una auténtica obra de arte. Podríamos sacar de ella múltiples enseñanzas: abrir los ojos, fijarse en los demás, despojarse del oro de los propios talentos y posibilidades para tender así una mano al prójimo. Pero sin olvidar que el amor, al contrario del dinero, cuanto más se da, más se tiene.
Mejor te dejo que tú mismo saques las enseñanzas. Que esta breve historia te sirva de pista para conseguir un corazón sin arrugas. Para escribir los primeras líneas de una historia feliz, la de tu propia vida. Hasta luego, príncipe feliz.
Luego tendrás que convencerte de que jamás es tarde para empezar. Nada ganas con soñar volver a los quince años. No volverás, por mucho que lo sueñes. Pero empieza ahora como habrías empezado si los tuvieras. ¡Cuántos genios del alma se despertaron no ya a los veinte, sino a los treinta o los cincuenta! Si, en cambio, te dedicas a soñar o a lamentarte, llegarás a los treinta deseando tener esos veinte que ahora te parecen negros.
"Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad" -le dijo Dios a uno de sus ángeles-. Y el ángel, fiel a su Señor, le trajo un corazón de plomo y un pájaro muerto. Desde ese momento en el jardín del Paraíso un pajarito cantará sin cesar y en la ciudad de oro el Príncipe feliz le alabará eternamente.
Y si Dios le pidiera ahora este favor a un ángel, ¿qué se llevaría consigo al cielo? ¿No habrá ningún hombre digno de tal dicha? Los ha habido, y les llamamos santos. Sin embargo, en esta ocasión, el buen angelillo reparó en una estatua y en un pájaro, además muerto. ¡Qué curioso! ¿Y los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios, redimidos por su sangre?
¿Por qué escogió el ángel a la estatua y al pájaro? Ambos pasaban insignificantes ante los ojos fríos y superficiales de los caminantes. Para ellos no poseían ningún valor. Claro, Dios juzga el interior y no las apariencias como nosotros. Ante la mirada poco profunda de los transeúntes sólo aparecían una estatua despojada de oro, sin valor, sin brillo ni atractivo, candidata para la chatarra y un pájaro sin vida, frío, un cadáver más.
Pero esa estatua dorada se encontraba lo suficientemente alta como para explorar toda la ciudad, desde el lugar más público hasta el más recóndito y escondido. Sólo desde ahí pudo vislumbrar los problemas del prójimo, la pobreza, la soledad, el miedo, la falta de ayuda y compresión y decidió hacer algo. De nada sirve contemplar, criticar, anotar si no se mueve un dedo. Por ello, puso manos a la obra, y con ayuda del pajarito se dedicó a entregar el oro que le cubría a los más necesitados hasta perderlo todo.
Este acto de generosidad no le pasó nunca por la cabeza cuando vivía en su majestuoso palacio. El tiempo había aquilatado su corazón. Ahora sí valía, porque pesaba en amor. Y el amor cuesta más que el oro.
Esta breve historia de Oscar Wilde me parece una auténtica obra de arte. Podríamos sacar de ella múltiples enseñanzas: abrir los ojos, fijarse en los demás, despojarse del oro de los propios talentos y posibilidades para tender así una mano al prójimo. Pero sin olvidar que el amor, al contrario del dinero, cuanto más se da, más se tiene.
Mejor te dejo que tú mismo saques las enseñanzas. Que esta breve historia te sirva de pista para conseguir un corazón sin arrugas. Para escribir los primeras líneas de una historia feliz, la de tu propia vida. Hasta luego, príncipe feliz.
Luego tendrás que convencerte de que jamás es tarde para empezar. Nada ganas con soñar volver a los quince años. No volverás, por mucho que lo sueñes. Pero empieza ahora como habrías empezado si los tuvieras. ¡Cuántos genios del alma se despertaron no ya a los veinte, sino a los treinta o los cincuenta! Si, en cambio, te dedicas a soñar o a lamentarte, llegarás a los treinta deseando tener esos veinte que ahora te parecen negros.
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