Acuario

11.17.2009

LOS ANGELES


GRACIAS..POR..EXISTIR




Los Ángeles.


Los ángeles existen. Son seres espirituales que obedecen a Dios, y cada uno de nosotros, los hombres, tenemos a nuestro lado un ángel custodio que nos cuida desde que nacemos hasta que morimos,
y nos acompaña a presentarnos al juicio de Dios y se queda con nosotros si vamos al Purgatorio o al Cielo. Solo nos abandona con tristeza y dolor si nos condenamos para siempre en el Infierno eterno.
Por eso ¡qué importante es que invoquemos a nuestro ángel guardián, ya que él tiene órdenes precisas de Dios
para llevarnos a la salvación! Recordemos que nuestro ángel de la guarda puede intervenir tanto más cuanto
más lo invocamos; y si no lo invocamos ni pedimos su consejo, entonces queda
como imposibilitado para actuar eficientemente.
Es tiempo de que nos unamos a nuestro ángel custodio, formando con él una única entidad, pues los demonios andan dispersos por el mundo,
buscando a quién devorar, y si nos encuentran solos, nos vencerán, porque su naturaleza es más fuerte que la nuestra, es por eso que Dios nos ha dado un guerrero, un ángel suyo para que nos defienda en este combate contra las fuerzas del mal. ¡Aprovechémoslo!
Todo depende de la oración. Cuanto más oremos, tantos más auxilios recibiremos
de Dios y de nuestro ángel guardián.
Pero si no rezamos, entonces estaremos perdidos, ya que San Alfonso dice claramente que el que reza se salva y el que no reza se condena. Y es una gran verdad.
La Iglesia nos ha enseñado una oración para dirigirnos a nuestro ángel custodio, y es la siguiente:
“Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la Soberana Piedad
me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.”
Recémosla al levantarnos y al acostarnos, durante el día y cuando tengamos algún peligro que enfrentar o una decisión que tomar, y que esta oración no se nos caiga de los labios, porque nuestro ángel
no se cansa de que lo invoquemos, sino que sufre y llora cuando lo dejamos en el olvido porque es impotente para actuar y salvarnos y llevarnos a la santidad.
Otra oración muy dulce que se le enseña a los niños pero que también podemos usar nosotros, que debemos ser niños de espíritu,
es la siguiente: “Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que descanse en los brazos de Jesús, José y María.”
Utilicemos la que más nos guste y recémosla todos los días, muchas veces cada día.
Y hablemos también con nuestro Ángel pues él es uno de los mejores amigos que tenemos aquí en la tierra.


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